Las amenazas para la conservación de la Amazonía son diversas, pero hay una que suele pasar desapercibida: el tráfico ilegal de fauna silvestre. En Perú, aunque la legislación protege a las especies en peligro de extinción, el negocio es millonario. Entre 2000 y 2015 las autoridades confiscaron más de 318 especies distintas de reptiles, mamíferos, aves y anfibios. El tráfico, aseguran los expertos, se ha incrementado durante los últimos meses; por la disminución de controles del Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (SERFOR) y de las comunidades locales, acechadas por las pandemia del COVID-19. Estos animales y sus partes —pieles, carne, huesos, plumas y conchas— son comercializados en mercados locales y se exportan de manera ilícita a Europa, Asia y América del Norte. Este tráfico ilegal ya ha puesto en jaque a muchas especies autóctonas y, además, incrementa las posibilidades de propagar virus que, hasta ahora, solo han afectado a la fauna silvestre.